martes, 18 de noviembre de 2008

ENCUENTRO OPORTUNO



- ¿Me permite joven?
- Sí, claro, señora—el muchacho me impedía el paso al asiento libre—Perdone, estaba distraído.
- No se preocupe, a todos nos ha ocurrido alguna vez.
- ¿Sabe que plaza es esta?
- Colón.
- Entonces, el Paseo de Recoletos… ¿ está cerca?
- Termina allí.
- ¿Sabe usted por donde cae el Café Gijón?
- Desde luego. Yo también voy a ese Café. Baje conmigo. Ahora le indico.
- Vale, muchas gracias.
- ¿Ve ahí enfrente que pone Museo? Continúe por esa acera. Son cinco o seis minutos.
- La una menos diez… llegaré justo a tiempo. Es que he quedado a la una y no quiero retrasarme. Es una cita a ciegas ¿sabe ? . Estoy algo nervioso. Bueno, gracias de nuevo. Mi nombre es Marcos.
- Encantada hijo. Me llamo…. Marta. Que tenga suerte con su cita. Adiós.

Pufffff…necesito aire. ¡Casi la organizo!... seguro que es él..... ¿ te imaginas…? no llega a los treinta años….

¿ ACERTARE?


Tengo un libro delante pero no leo. Mi mente, alejada de la realidad, trabaja a destajo a la caza de una respuesta.
En la televisión, sin voz como de costumbre, pasan una insulsa versión de Alí Babá: ladrón descafeinado, gris adolescente vestido de pizzero, princesa veinteañera, morena, bien peinada, como recién llegada de una playa de moda…..

Buceo entre lo aprendido a lo largo de mi vida. Busco una palabra, una frase, algo que haga reaccionar a un joven amigo asustado ante sus problemas. Regreso al presente y dejo hablar a la princesa….” Cuando otros huyen, el héroe es quien se queda para enfrentarse a sus temores”

A enfrentarnos a nuestros temores, los adultos lo llamamos “coger el toro por los cuernos” pero creo que, para un chico como él, resultará mucho más apetecible intentar ser “el héroe”. Sí, definitivamente creo que he encontrado la expresión. Espero que sea efectiva.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

OTOÑO



De nuevo domingo. He de vestirme pero no sé como. Me asomo a la ventana, dejo que mi cara y mis manos me digan la temperatura. Finalmente, me decido por un traje pantalón de entretiempo y salgo a la calle pisando con desgana. El suelo está húmedo a causa de la larga ducha recibida durante la noche. Algunos árboles gimotean: sus vestiduras caen a pedazos dejando las ramas desnudas. Me estremezco. La brisa es fresca. Acelero el paso. !Ay! !Vaya resbalón! Me duele el tobillo. El paraguas me sirve de apoyo.
Risas altas, limpias, alegres, escandalosas casi, rasgan el aire.
Los gemidos cesan. La brisa se hace viento y , empujando nubes, abre paso a unos pálidos rayos de sol que reclaman su espacio. Mi sombra se hace larga, larga. El tiempo se para. Por un momento, todos, árboles, viento, sol, sombra y tiempo somos parte del juego entre unos niños y las doradas hojas de otoño que planean en la plaza y parecen burlarse de ellos, aquí un regate, allá un !que te pillo!.....
Luego, volvemos cada uno a nuestros quehaceres. Mi paso es, ahora, mucho mas ligero.