No sé si es porque aprendí a controlar mis emociones o porque ibas, según tus propias palabras, un poco nervioso, que no te diste cuenta del sobresalto que me produjo escuchar tu nombre. Sí, hombre, sí, acuérdate, me dabas las gracias por decirte donde estaba el Café Gijón y, de paso, te presentaste.
Cuando empezamos a "chatear" estaba tan aburrida que acepte tu charla para distraerme. Total, me dije, a estas alturas de la vida nadie me va a tomar el pelo. Tus preguntas eran directas, tu conversación fluida, tus respuestas claras. Desbordabas placidez, simpatía. Tenías 45 años y deseabas alguien con quien hablar largo, caminar, reir sin más. Insistías en conocerme. Te leía sincero. Eras, justo, lo que yo necesitaba. Ningún otro compromiso, no me interpretes mal. Solo recuperaba en tí al Amigo que había perdido mucho tiempo atrás. Y me enredaste o me enredé. Y el azar adelantó nuestro encuentro. !Mala suerte marcos! Te has puesto un montón de años y no entiendo porqué. La edad no es algo que se pueda ocultar. Además, no digiero bien las mentiras, ya te lo escribí desde el principio. Has perdido esta oportunidad. Quizás pueda considerarte un conocido, pero no estoy segura.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario